martes, 26 de julio de 2016

CAPÍTULO 15:




CAPÍTULO 15:

Me estaba jugando el trabajo y lo sabía, pero al menos Enrique estaba de mi lado, así que tenía más posibilidades de ganar. Además, tenía otras cosas a mi favor: el director era un hombre orgulloso, y seguramente me iba a guardar rencor eterno por hacerle rectificar cuando había reunido a todos los alumnos, pero lo cierto era que no podía enfrentarse a los padres del chico. Adornando un poco la verdad, le había dado a entender que podía esperar una demanda si seguía adelante con aquello. Eso era algo que cualquier hombre en su posición tenía que meditar cuidadosamente, porque si perdía la demanda su carrera se acabaría.

El director me miró con furia justo antes de darse la vuelta y caminar hacia el fondo del gimnasio para llamar la atención de los alumnos. Echó también una mirada envenenada a Lucas y algo en ese gesto me dio mala espina…

  • Casi todos sabéis ya el incidente relacionado con la cocina. Alguien entró allí esta noche, y cogió algo que no le pertenecía. Las normas del centro son claras al respecto: robar no está permitido. Así pues, el culpable, Lucas Moreno, será expulsado del internado de forma irrevocable.

Aquello no me lo había esperado. Sentí una rabia enrome subirme desde el estómago a la garganta, en forma de acidez, pero luego pensé que en realidad le estaba haciendo un favor. Ese chico estaría mejor en cualquier otro lado. Por más puertas que el prestigio del internado pudiera abrir, no podía ser a costa de su dignidad. Sin embargo Lucas no era de la misma opinión.

  • ¿Qué? ¡No, no puede hacer eso! Por favor, ¡no! Solo me queda un año, después de este curso me iré y no me verá más… por favor… - suplicó Lucas.

Me pregunté por qué tenía tanto interés en permanecer allí. Su padre no parecía del tipo de los que se enfadaban si sus hijos eran expulsados, más bien tenía pinta de que no le iba a importar un pimiento. Tal vez estaba equivocado, y su padre sí iba a enfadarse, pero aun así, casi le merecía la pena. Tendría que estar deseando que le expulsaran. Me estaba dando cuenta de cómo era el colegio donde había ido a parar, y empezaba a odiarlo: él llevaba seis años allí, tendría que estar harto. Por otro lado, me había dado la impresión, por el estado del uniforme de Benjamín  y también por el de Lucas, de que su familia no tenía mucho dinero, pero seguro que tampoco tenía problemas para encontrar otro colegio donde pudiera ir becado o algo así. Entonces ¿a qué venía ese tono desesperado? Una rápida mirada de Lucas a Benjamín me dio la respuesta: por su hermano. Quería quedarse allí, porque era el mismo colegio donde estaba su hermano pequeño.

  • Ya está decidido, Lucas. Tu padre se ha opuesto a que te sancionemos como estipula el reglamento, así que aplicaremos otro tipo de sanción. – declaró el director. En ese momento deseé darle un puñetazo en su estúpida barbilla cuadriculada.

  • Pero…¿solo por un vaso de leche? – preguntó Lucas, incrédulo. “No chico”, quise decirle, “no tiene nada que ver con la leche. Esto es una cuestión de orgullo y soberbia”.   – ¿Mi…mi padre se ha opuesto? ¿De verdad? ¿Mi padre? ¿Seguro que no se han equivocado de padre?

Lucas no consideraba a su padre capaz de tomarse esa molestia y la verdad es que, después de hablar con él, yo tampoco. Benjamín se puso de pie y fue junto a su hermano, importándole poco que todos les miraran.

  • No quiero que te echen… - le dijo, con la voz algo tomada. Lucas frotó su brazo con cariño, como si quisiera abrazarle pero le diera vergüenza. Al final le abrazó, no tanto para reconfortar a Benjamín como para reconfortarse a sí mismo. Luego levantó la cabeza y sus ojos se cruzaron con los míos. En ellos no vi más que determinación.

  • Ha hablado con mi padre ¿no? Llame a mi madre. Ella no se opondrá. Acepto el castigo que usted crea oportuno, quiero quedarme en el colegio.

Ese chico los tenía bien puestos. O eso, o era suicida, aún no lo tenía del todo claro. El director le miró con sorpresa, pero no sonrió, ni pareció sentirse ganador de nada. Al menos tenía la decencia de esconder su baile triunfal para cuando estuviera a solas.

  • ¿Te sabes el teléfono? – preguntó, y Lucas asintió. El director sacó un teléfono móvil y le pidió, por gestos, que se lo dictara.

  • Mm… ¿Puedo hablar yo con ella? Quiero explicarle lo que pasó…

  • Está bien. – accedió el director. Lucas le miró, dubitativo, señalando con la cabeza al resto de alumnos, que miraban expectantes. El director asintió. – Puedes salirte para hablar, pero después quiero hablar yo.

  • Sí, señor.

Lucas se salió con el teléfono y yo quería golpear algo. Por primera vez en mucho tiempo quería golpear algo y romperlo con mis propias manos. Por la mueca que puso Enrique, a él le pasaba lo mismo.

El chico tardó un rato en volver y yo no pude evitar extrañarme de que le hubiera cogido el teléfono, cuando yo había llamado antes, e incluso insistí dos veces, y me salía apagado. Por lo visto, aunque hubiera logrado hablar con su madre, tampoco habría conseguido gran cosa, porque el director le había hecho una encerrona a Lucas, y él estaba determinado a quedarse.

Lucas entró, y le dio el teléfono al señor Bennett. Fue entonces el director quien salió, para hablar en privado, y yo aproveché para hablar con Lucas.

  • ¿Sabes lo que estás haciendo? – le dije. - ¿Acaso merece la pena?

  • Sí, sí la merece – me respondió, volviendo a mirar a su hermanito. – No voy a dejar al peque solo. Le prometí que aquí dentro estaríamos juntos, y que después… - comenzó, pero se interrumpió sin terminar la frase, creo que por prudencia. Había estado a punto de decirme algo importante, estaba seguro. – No será la primera paliza que me lleve. Y… perdón por decir esto, sé que tú también eres un profesor, pero tampoco será la primera paliza injusta. Prefiero eso a que me echen de aquí. No puedo volver a casa. No puedo. No sé que cable se le ha cruzado a mi padre para intervenir de pronto…

  • Yo hablé con él – le expliqué – Y no se opuso exactamente, pero me encargó que tomara yo las decisiones.

Lucas me miró con asombro.

  • ¿Te la has jugado así por mí? ¿Por qué? Si apenas me conoces…

  • No estaba dispuesto a dejar que cometieran una injusticia. Sigo dispuesto a impedirlo. Escucha, Lucas, solo será un año, puedes buscar otro colegio…

  • No, Víctor… No insistas… Estaré aquí, con Benja. Además, este colegio es el mejor, mis notas son buenas, tendré más opciones que si estudio en otros sitios.

  • Un graduado es un graduado – le respondí.

  • Aquí estudio con los hijos de los presidentes. En mi casa estudiaría con el hijo del barrendero. A mí no me importa: a los tipos que contratan, sí. – me replicó. Desgraciadamente, ese chico sabía bastante bien cómo funcionaba el mundo.

  • ¿Tu madre está de acuerdo con esto? – medio gruñí. Lucas se tensó y esquivó mi mirada. - ¿Lucas? ¿No está de acuerdo? ¿No acabas de hablar con ella?

  • Digamos que… hable con alguien… que puede ser o no ser mi madre…y que puede estar o no estar informada de lo que quiero que diga….

  • ¿Qué?

  • Mi madre jamás coge el teléfono en la mañana – me explicó. -  Tiene turno de noche y no despierta hasta las doce del mediodía.  Además, no sé si ella hubiera estado de acuerdo, no me quería arriesgar.

  • ¿Qué no te…? ¿¡Acabas de hacer que alguien se pase con tu madre con un tipo que está dispuesto a castigarte por un maldito vaso de leche!? ¿Qué te hará si se entera de esto?

  • Si tú no se lo dices no se enterará…

  • Grrr. Preocúpate entonces de lo que te haré yo, mocoso – le dije, pero no tuve tiempo de concretar mi amenaza, porque el director regresó en ese momento. Traía una cara seria, de circunstancias, pero ya no parecía contrariado así que adiviné que se había salido con la suya e iba a llegar a cabo su peculiar concepción de reprimenda.

  • Lucas, ven aquí. – le llamó. Lucas se acercó corriendo. - ¿Entiendes la gravedad de tus actos?

  • Entiendo que no debí entrar en la cocina sin permiso, ni tomar nada. Lo siento mucho, director.

  • Soy consciente de tu arrepentimiento, de que lo has admitido por voluntad propia, y de que ya has sido castigado por Enrique. Por eso mismo no voy a cumplir del todo la promesa que hice el año pasado, sobre el castigo que recibiría todo aquél que cogiera lo que no le pertenece. No seré excesivamente severo contigo. Ahora quiero que cojas esa silla, y la pongas en el centro.

Apreté las manos contra mis muslos, para asegurarme de que estaban ahí y no reventando la cara de ese hombre que se mal llamaba a sí mismo director. Sentí de pronto que algo me golpeaba, como un placaje, y vi que era Benjamín, que me había pillado desprevenido y se había aferrado a mí. Le rodeé con un brazo, entendiendo que era difícil para él presenciar cómo castigaban a su hermano.

  • No tienes por qué estar aquí. Ve a la habitación, yo te doy permiso – le dije.

  • No puede hacerlo… Es culpa mía, yo encontré al gato… Lucas solo me ayuda porque sabe que me gusta… Haz algo, Víctor… Tú eres bueno… Tú pareces bueno…

  • No puedo hacer nada, Benja. Ya lo he intentado, pero tu hermano tenía dos opciones y escogió esto. Es muy valiente. Será un mal trago, pero enseguida pasará – le dije, pero incluso a mí me sonaban como palabras vacías. Lo cierto era que no era justo, que era una putada, y que sentía mucha rabia.

Me prometí a mí mismo que respetaría la decisión de Lucas, siempre y cuando el director no cruzara un límite. Si no, saltaría sobre él, sacaría a Lucas de allí y firmaría yo mismo la expulsión, junto con mi dimisión inmediata.

Mientras yo hablaba con Benjamín, el director le había ordenado a Lucas que apoyara las manos en la silla, inclinándose. Aquello era tan…tan humillante…. Me ponía enfermo. El director se dirigió entonces hacia un profesor, cuyo nombre aún no conocía, y le pidió algo. Con horror observé cómo le tendía una paleta. Aquella cosa era tan grande que hacía que incluso yo me estremeciera. Justo en ese momento, Benjamín empezó a llorar, apoyado contra mí, y me quedó claro que tenía que sacarle de allí. Si no podía proteger a los dos hermanos, al menos protegería al pequeño. Abrí la puerta del gimnasio y salí, llevando a Benjamín conmigo. Varias personas, alumnos y profesores, me miraron, pero les reté con la mirada a que alguno me dijera algo y nadie se atrevió.

Con Benjamín sollozando contra mi pecho, mientras yo trataba torpemente de reconfortarle, escuché claramente el sonido de cinco golpes secos. Después, nada más. Pueden parecer pocos, pero cinco golpes con una paleta de madera gruesa podían hacer bastante daño. Decidí entrar, no se le fuera a ocurrir hacer algo más, porque no lo iba a permitir.

Lucas estaba conteniendo a duras penas el llanto, y el director le daba la espalda, mientras miraba al resto de los alumnos. Dio un breve discurso sobre respetar la propiedad ajena, y cumplir las normas del centro y concluyó con un “que esto sirva de lección para todos”. Tenían más humanidad y empatía los niños que él, porque ninguno se había reído, y ninguno miraba a Lucas con nada más que con compasión.

Lo cierto es que había sido breve, porque los profesores comenzaron a llevarse a sus alumnos fuera del gimnasio. Quedaban cinco minutos para que comenzaran las clases. Benjamín pasó a mi lado como una sombra fugaz, para abrazar a Lucas. Les dejé solos un momento, sin dejar de observar desde lejos, pero respetando aquél consuelo entre hermanos. Enrique pasó con sus chicos, y se llevó también a los míos.

  • Tú quédate con ellos – me dijo. – Yo me ocuparé de que el resto estén listos para las clases.

Se lo agradecí con un asentimiento de cabeza, y luego fui hacia Lucas. Tenía una mirada muy vulnerable en los ojos, mezcla de vergüenza, dolor y mucha mucha rabia. Tanta rabia como la que sentía yo. Sin decir nada, le abracé, y solo entonces se permitió soltar un sollozo. Solo uno, que era como una muestra de todos los que estaba conteniendo. Era muy fuerte.

  • Tu primera clase la tienes conmigo. Puedes llegar todo lo tarde que quieras, e incluso puedes no venir. - le dije, y le froté la nuca. – No vuelvas a hacer esto, chico. No cumpla la voluntad de un hombre estúpido. Eres muy buen hermano, pero también tienes que cuidar de ti mismo.

  • No, ya no tiene que hacerlo porque ahora tú cuidarás de él también – intervino Benjamín. – Tú cuidarás de todos.

Ese niño me tenía una fe para la que no sé si estaba a la altura. Como acababa de aprender, mi influencia allí era limitada. Pero al menos nadie me impedía seguir intentándolo, y darle a ese chico algo que de otra forma no hubiera recibido: un poco de consuelo. Me quedé con él y con su hermano unos minutos, hasta que sonó el timbre que anunciaba las clases.

  • Vete – me dijo Lucas – El profesor no puede llegar tarde.

  • El profesor puede hacer lo que quiera… - repliqué, indicando que me quería quedar.

  • No, porque este profesor tiene que intentar quedarse un poco más. Si haces que te echen por una tontería no te lo perdonaré – me advirtió Benjamín, intentando sonar amenazador. Esos chicos, por alguna razón, se habían abierto paso muy rápidamente hasta ganarse más que un poco de mi afecto.

5 comentarios:

  1. Bellísimos capítulos. Con qué ganas de leer mucho más me has dejado!!!! Simplemente, excelentes... aunque debo admitir que pensé que Víctor iba a lograr salirse con la suya, pero bueno, ya tendrá su revancha. Sé que conseguirá cambiar e corazón de varios hombres allí.

    Precioso ha sido leerte
    Sigue pronto, por favor! Y disculpa la insistencia, pero me encantó Víctor desde un primer momento.

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  2. Wow! Me tienes atrapada, intento descifrar q va a pasar si renunciará y se llevará a ese par de hermanitos o si se quedará e intentará mejorar algo. O hará ambas? Como sea eres una genia escribiendo y quiero más de esta historia q pinta muy bien. Cuando la empecé a leer inevitablemente me recordó a la peli los coristas jeje

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  3. Que maldito ¡Si prácticamente le obligo a aceptar el castigo con la paleta! Que chulo el tipo "Es eso o expulsarlo" ¿Enserio? ¿Por una jarra de leche? Grrr, casi me aviento a la pantalla cuando leí todo eso. En fin, que lindo es Victor y que bueno que este ahí, el y Enrique son los únicos profesores que me caen bien. Adoro a Benjamin :) Y adoro que estés actualizando pronto! Hasta me pongo de buen humor cuando veo nuevas actualizaciones! :D

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  4. Eres genial Dream, como siempre. Me encantaron tus capítulos. Comentaré mis observaciones de corrido. Cuando le dice lo de que qué haría si algún alumno bebe alcohol, seguramente ese director saca una pistola eléctrica. Ha de ser horrible ser castigado en frente de todo el colegio, creo que eso es peor que el dolor. Sin duda apoyo a Lucas en preferir un castigo, por fuerte que sea, a ser expulsado. Con todo y que creo que el director y algunos profesores abusan del castigo, creo que cinco azotes con la paleta es un castigo "bearable" como se diría en inglés, vamos que tampoco es un castigo como el que daban antes en los colegios británicos con el "cane", eso sí que debió ser "unbearable". Retomando el hilo de la historia, creo que a veces Victor complica las cosas, a veces se puede hacer más bien a largo plazo sin forzar demasiado, por más que estemos en contra de algo, actuar con estrategia y la cabeza antes de los sentimientos es mejor. Y es que te puedo decir por experiencia que un niño que es castigado constantemente de una manera fuerte termina generando cierta resistencia al dolor, por llamarlo de alguna forma. Y ahí es más importante un cambio a largo plazo, que evitar un castigo solamente para que corran a Victor inmediatamente. Digamos que metafóricamente los alumnos te lo agradecerán más.
    Pero bueno, no pienses que estoy criticando demasiado tu personaje, me encanta tu historia y lo que Victor logra en ese lugar. Es que de alguna manera me identifico con los niños de ese internado.
    Ah, y respecto a tu Capítulo 16 que todavía no publican aquí, me encantó especialmente el final. Sí, deberíamos de ser gobernados por una dictadura racional, por llamarlo de alguna manera. Ese tinte de retórica en la política de la historia me encantó. ¡Qué viva Napoleón!

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  5. Tu historia es genial Dream!!
    Adoro a ese par de hermanos!!
    Y me pareció muy injusto el castigo!!
    Ojalá Víctor haga un buen cambio en ese internado!!

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